abril 03, 2007

Viva el Rey

El gusto por escribir lo encontré en la secundaria. Y aunque es un placer que practico menos de lo que me gustaría, me genera un sensación que no he encontrado de otra manera: Es ese placer de poder hacer una pausa, de dejar algo plasmado, es algo parecido a tomar una foto de los sentimientos, y dejarlo ahí para leerlo en otra época, en otro tiempo. Realmente creo que uno escribe para si mismo. Y a pesar de que no tengo tantas historias en este blog, hay las suficientes como para que cuando yo mismo lo navego me reencuentro con mi propia espiral personal. Esos momentos que pasamos a lo largo de nuestras vidas, esos misteriosos círculos que estamos los seres humanos obsesionados en concluir, en cerrar y en volver a vivir… Con esa consciencia, con esa idea en mi cabeza, escribo esta despedida al Gran Coronel Macanas.

Siempre lo he dicho, y lo vuelvo a decir aquí. Si pudiera, yo al Macanas lo clonaría. Y no porque haya sido mi perro. Sino porque es el mejor perro que yo jamás haya conocido. Fue un perro que funcionó como el mejor pegamento que yo conozca para las amistades. El Cataratas, El Doctor Sting, La Yatya, y yo lo consideramos un hijo cuando lo adoptamos y le rehicimos su vida al re-bautizarlo como Macacus A. Hetzus, y así borrar para siempre su cuestionable pasado como "Belvedere". Ahora se, con dos hijos, que no se parecen en nada los perros y los niños, pero aun así forman un espacio maravilloso en nuestros corazones. Y no tengo un solo miramiento en coincidir en ese altísimo titulo que tienen los caninos. Perros como el Coronel reafirman porque son los mejores amigos del Ser Humano.

Son muchas las historias que me vienen a la cabeza del gran Coronel. Podría hablar de cómo se forjó en la vida salvaje de Cholula. Como tuvo que darse a respetar en la comunidad canina callejera, literalmente a punta de chingadazos. Como desarrolló sofisticadas estrategias de combate en movimiento, perpetuando su dictadura hasta el día de su muerte, ya que jamás volvió a perder una sola batalla, después de esa derrota contra el Jelou y su docena de súbditos. Pelea donde participamos La Yatya, El Macanas (en ese entonces cabo raso) y yo. Con esa pelea alcanzó la cima de su imperio, su condecoración militar vitalicia, y nuestro respeto al tener que soportar una intervención quirúrgica en sus testículos sin anestesia como consecuencia de esa memorable batalla. Digamos que con aquella batalla aprendió, de la manera más dura que hay, esa ley básica de combate: jamás le des la espalda a tu enemigo porque seguro te muerde los huevos. Jamás volvió a perder una pelea en su vida. Y no, su virilidad no fue afectada. Es mas, podría decir que fue aumentada.

El Cholulteca promedio usa la bicicleta como su medio de transporte, y nosotros no nos salimos de la media. Así que el Coronel Macanas nos acompañaba corriendo hasta la Universidad para atender clases de Psicología, Administración, Ingeniería y Estrategia Militar, teniendo que librar varias batallas callejeras en su trayecto. Su asistencia a clases lo volvió famoso y generó una euforia universitaria por traer perros al campus universitario. Obvio, los prohibieron unos meses después. Pero el Macanas no asistía a la Universidad para formar parte de un movimiento causado por él y su amigo Kadosh. No, él iba por su interés en el cálculo vectorial, la teoría del psicoanálisis Freudiano y las estrategias financieras. Basados en eso, el Cata y yo cortamos la cerca universitaria para introducir al Macanas a su examen final de Análisis de Circuitos Digitales.

Luego otras épocas vinieron. El círculo de la UDLA terminaba, y Coatepec el bello comenzaba. Ahí el Macanas exploró nuevas experiencias: Vivíamos en una casa con dos hectáreas de jardín y demasiados hoyos en las rejas. Así que él se paseaba por el pueblo luciendo sus medallas de Coronel condecorado. En vano intente evitar que se saliera de la casa. Desistí cuando me lo encontré en el Centro de Coatepec caminando a sus anchas cuando yo regresaba de un viaje de dos semanas del Puerto Jarocho. ¿Cuánto llevara afuera? – me pregunte. ¿Ira a la casa a comer? ¿Estará perdido? Lo llame usando el chiflido de su batallón. Reaccionó de inmediato como todo buen guerrero. Cuando lo vi a los ojos, supe que él podría ser el perro más obediente, seguro de si mismo y fiel que yo conociera, pero que él no iba a canjear la libertad de caminar por las calles a sus anchas por nada de este mundo, así que jamás se lo volví a prohibir.

No me interesa entrar en detalles, pero tengo evidencia contundente que demuestra que el Coronel además de sus múltiples amores callejeros Cholultecas y Coatepecanos, logro entablar una relación amorosa con dos locas vecinas que teníamos en ese entonces en Coatepec. Me limito a decir que si el Coronel fuera humano, sus experiencias con estas dos doncellas, las describiría como una relación con dos Ninfas de la mitología Griega a las orillas de una cascada encantada.

Si tuviera que usar una sola frase para describirlo, usaría esta: El Macanas fue un perro con demasiado optimismo. Macanas no conoció en su vida la palabra frustración. Todo era un nuevo reto, una nueva experiencia para él. Su larga vida lo llevo a vivir en muchas ciudades, en muy diferentes condiciones y con diferentes y variadas personas. Esto no le ocasionó depresiones o lamentaciones. El Coronel las veía como oportunidades para conocer a nuevas personas, y porque no, nuevas perras.
Decir que el Macanas seguro esta en el cielo seria una exageración de mi parte, así que me conformo con la leyenda indígena que dice que los perros una vez muertos nos esperan en el otro mundo para acompañaros en nuestro viaje al mas allá. Al Macanas ya no lo pudimos clonar, así que tendré que buscar a otro perro que tenga una actitud semejante, y con eso me doy por bien servido.

El Coronel disfrutaba de su retiro, como ya lo saben, en El Paso, TX. Sus patitas traseras ya no le funcionaban mucho que digamos, pararse le costaba mucho trabajo, e incluso en nuestra última vista, hace unas semanas, habíamos decidido dormirlo. La cita con la mismísima muerte estaba hecha: El tipo de la inyección letal llegaría a las dos de la tarde, y solo 40 minutos antes de su arribo hablamos para cancelarlo, porque ese día estaba como nuevo. No cabe duda que la mejor enseñanza del Coronel siempre fue que la actitud es más de la mitad del viaje. Ya lo dije, si de algo adolecía el chingao perro, era de demasiado optimismo. Con su última aventura nos recordó lo importante de la dignidad, y de la bendición que es, que cuando sea nuestra hora de entregar el equipo, no hay como tener una buena cena, irse a dormir y ya no despertar jamás. Esa fue la última vez que lo vi.

Así es como acaba un círculo que comenzó hace casi 15 años. Sobra decir que vivió mucho más que el promedio de vida de un Pastor Alemán. El Coronel cierra una etapa que ya veo tan distante, pero a la vez es aun tan nítida en mi corazón. Esa época de la vida en la que no hay motivos para decir que no. Esa época, que es crucial en la formación de nuestras personas, esa época del alma mater, de los amigos y de la libertad en bicicleta. El Coronel tiene tantas historias mezcladas con ese México mágico y fantástico que fui tan afortunado de vivir, que no me queda más que asegurar que si es cierto que el Macanas me estará esperando del otro lado, él espera que yo llegue en bicicleta.

El Rey ha muerto. Viva el Rey.
Macacus A. Hetzus – Coronel de División.
Junio, 1993 – Marzo, 2007

6 comentarios:

Anónimo dijo...

se murió makakus?

Anónimo dijo...

Aun cuando ya me lo habías contado por teléfono, y me conmovió saber que ya no lo iba a volver a ver; ahora que leo tu Blog, y me haces recordarlo con aquel señorío y dignidad, ante el que se rendían todos los perros del lugar. Y como parecía estar convencido de que era él quien nos sacaba a pasear en Cholula y Coatepec, más tu sensibilidad para describirlo, que mientras leía, me di cuenta que se estaba mojando el teclado de la computadora.....
No fue cualquier perro, siempre lo vamos a extrañar.
Les mando un fuerte abrazo.
Doña Gise

Cata dijo...

Creo que la vida en Cholula y la UDLA no hubiera sido igual sin haber tenido al Macanas..
Como dicen, fue más que un perro para nosotros. Siempre nos vigiló en los campamentos, nos acompañó a los paseos en bicicleta y también nos cuidó de camino a la UDLA!!!

Estoy seguro que como dice tu mamá, mojaste el teclado de la computadora!!! YO AHORA LO ESTOY MOJANDO!!!

Un abrazo..

Unknown dijo...

Mi muy estimado amigo,

Fui uno de los que vimos al General ya en sus épocas vitalicias y muy cerca del retiro.

Dicen que las mascotas se parecen a sus dueños y El Macacus era el vivo ejemplo de la calidad de persona que eres.

Extrañaremos al buen General Macanas y desde "La ciudad de la eterna primavera" Lamentamos grandemente su paso a las filas del mas allá.

PS: Es muy difícil no lograr una empatia con tus comentarios sin dejar de mojar el teclado.

Anónimo dijo...

Un abrazo muy grande me facina como escribes y lo que escribes....Todo mi respeto para el Makakus !!!!!
Cris
P.d. Creo que tienes que hablar con Chagua Baca.... no sabe que muriò jajajajajaj

Anónimo dijo...

Ciro, me hiciste recordar tantas cosas tan padres!. A mi también hay veces que me gustaría volver abrir ciertos círculos. Mi más séntido pésame por Makeiks!; si yo tengo un perro algún día, ojalá sea como él. Te mando un beso.