Hace tres días cumplimos 3 años en nuestra experiencia de Ciudad Frontera. Hace tres años que llegamos a Ciudad Frontera, sin Isabel, y sin saber que la Frontera es un lugar de contrastes y diversidad. Sin saber que no es una ni dos sino muchas ciudades en una. Es Juaritoz, es las Cruces, es NMSU, Mesilla y la Montaña Franklin. Es El Paso, es latino, es gringo. Son tamales, y Burger-King, son mariscos de los Arcos, y atardeceres en el Best-Buy. Es lo mejor de dos mundos inseparables y a la ves tan monolíticos.
Hace tres años que llegamos después de un largo viaje en el Gran Furgoneton Maniaco (Adriana ya la diagnostico Maniaco-Depresiva, pero no me acostumbro a su nuevo nombre) desde la Gran Tenochtitlan, con cara de turistas. Y hoy somos residentes honorarios. Y hoy sabemos que vienen nuevos cambios. Que Ciudad Frontera se acaba en Enero, y que nos vamos a Michigan. A veces pienso que al Michigan que me gustaría ir es al Michiga del Cabelleras. Al Michiga de las Pezcadillas, de las hamacas y las dosis obscenas de agua de coco. Pero el Michigan que hoy nos toca ir es el Michigan del Motor City.
Es tiempo de cambio. Es ese tiempo cuando un poco por culpa de la nostalgia, y otro tanto por la incertidumbre, que los minutos se mueven a otras velocidades. Cuando las cosas cambian de perspectiva, y todo tiene el sabor que dejan los Créditos de una buena película. Son los segundos de cambio, son segundos de esos que no se pueden medir ni con los mejores relojes atómicos.
Tamalotes [CgS]