marzo 28, 2005

Brigadeando

Recién casados, Adriana y yo manejábamos mucho la carretera Puebla-Xalapa. La circulábamos por lo menos una vez a la semana. Adriana estaba cursando su última materia en Cholula, mientras que yo trabajaba en Coatepec, Veracruz. Es una carretera que disfrutaba manejar los lunes por la mañana para regresar a Coatepec. Esos viajes en que los acompañantes omnipresentes eran los tres volcanes. Goyo, Rosita y el Pico de Orizaba. Las recuerdo como mañanas frescas con el ajetreo de comienzo de la semana en la frontera entre el mundo rural y el urbano. La primera caseta que uno cruza al salir de Puebla es Amozoc. Después de circularla suficientes veces por la mañana, uno nota que muchas personas piden aventón en la caseta. Como buen chilango-esquizoide, yo pensaba para mis adentros: Estos rateros ya son muy descarados. Me piden aventón y nos dejan encuerados antes de llegar a Perote. Pero la curiosidad siempre ha matado al gato. Un buen día le pregunte al que cobra: ¿Pues para dónde va toda esa gente? Van para todos lados. Son maestros rurales, me contestó. Simplemente confirme que mis pensamientos habían sido penosamente esquizoides. A partir de ese día llegábamos a la caseta buscando maestros que les fuera útil nuestro destino. Se subían de 2 a 3 maestros y maestras por viaje. Unos para El Seco, Acatzingo, Villanueva o San Nicolás. Otros para pueblos que ni nombre tienen. Así nos volvimos cómplices de ese frágil equilibrio de solidaridad latinoamericana. Que los niños aprendieran a leer, a sumar y que no perdieran clases dependía indirectamente de nosotros. Ya que todos los maestros tenían un factor común: Si no conseguían aventón, no iban. La paga no alcanzaba para pagar el camión. Honestamente los recuerdo como héroes desconocidos. Aceptar un trabajo donde uno apuesta a recibir aventón como medio de transporte, tiene cierto carácter heroico y a la vez fantástico que García-Márquez usa para sus novelas. Esta solidaridad voluntaria es quizás lo que mantiene a México sin un estadillo social. Esa sutil solidaridad que continúa el camino donde el Gobierno deja abandonado al maestro, al bombero a la enfermera, al jodido…

Muchas platicas tuvimos con maestros y maestras. Sin embargo, siempre recordamos a una en particular, cuando Adriana y yo sacamos historias del cajón de los recuerdos. La recuerdo perfecto. Se subieron tres maestras en la parte de atrás. El destino final no lo recuerdo, pero no importa. Yo manejaba, y la protagonista se sentó en medio del asiento trasero. Habló como perico. Las otras dos se limitaron a agradecer el aventón. Mientras seguía su conversación a través del espejo retrovisor, no tardo en exponer sus convicciones y lineamientos filosóficos y políticos. Era algún tipo de Cabecilla del sindicato de Maestros Subversivos o alguna agrupación suficientemente revoltosa. Su actitud era de choque frontal contra el sistema, contra la maquinota. Contó historias relacionadas con huelgas con marchas y con patrullajes en instalaciones tomadas por su agrupación con fines de liberar al oprimido. Pero una sola frase se quedo grabada en nuestras mentes con un poco de humor, de aventura y de incomprensión. Dijo algo como: Aquella noche estábamos brigadeando unos compañeros y yo… El resto no lo recuerdo, pero tampoco importa ya. ¿Que diablos es exactamente brigadear? ¿Como y cuando se utiliza ese verbo? ¿Sabrán sus alumnos como conjugar brigadear? ¿Como distingues a una persona cuando esta brigadeando y cuando simplemente esta caminando? Me tomo 5 años entenderlo. Hoy se cuando alguien esta activamente brigadeando, o simplemente caminando. Y lo supe cuando la vi brigadeando la cuadra acompañada del Coronel Macanas…

Brigadeando

Tamalotes [CgS]

1 comentario:

Anónimo dijo...

Charle!! Simplemente me facina leer el Blog! yo diría que te has perfecionado y cada vez escribes más bonito. Lo haces a uno vivir lo que describes...y conocer tu sensibilidad y pensamientos.Es sentirte cerca.
Me facinaron estas dos últimas páginas y la foto de la revoltosa que anda "brigadeando".
Gisela