Creo que siempre sucede, que uno encuentra un restaurante, quizás un café, a donde a uno le gusta ir con frecuencia. Donde a uno lo conocen, y donde uno conoce. En nuestro caso es un Sushito ordinario, donde Adriana y yo podemos hacer un pequeño silencio para ver como Isabel crece, en el confort de lo conocido. Mientas, Isabel come arroz en dosis ilimitadas, le hace caras cuando prueba los sushis, pero sobre todo practica con los palillos chinos...
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